La manifestación del Hombre
de Pecado (2 Tesalonicenses 2: 1-12)
Este, sin dudas, es el pasaje más difícil de
comprender de todas las epístolas paulinas y uno de los más difíciles del Nuevo
Testamento. La mayoría de los exégetas y teólogos concuerdan en que el apóstol
Pablo está hablando del mismo personaje
que menciona el apóstol Juan en 1 Juan 2: 18-22. Es notable destacar que
algunos padres de la iglesia de los primeros siglos ya identificaban a este
“hombre de pecado” con el Anticristo, tal es el caso de San Juan
Crisóstomo (Antioquía, Siria; 347-407). En la actualidad la mayoría de los
comentaristas dan tres interpretaciones, en ocasiones, forzadas a este pasaje:
(1) Identifican al “hombre de pecado” con el emperador Romano Nerón (Gobernó
54-68 d.C.) que ejerció fuerte persecución contra los cristianos y los acusó de
incendiar Roma en el año 64 d.C. (2)
Identifican al “hombre de pecado” con el Papa de la Iglesia Católica Romana.
(3) Identifican al “hombre de pecado” con la apostasía que ya estaba entrando
en la iglesia desde el mismo primer siglo y que comenzó a agudizarse con la
muerte de los apóstoles y continua hasta nuestros días.
Analicemos brevemente cada una de
estas posturas. En el primer caso, tenemos como aspecto a favor, que era algo
que estaba ocurriendo en la fecha aproximada que se escribió la epístola, es
cierto que el emperador Nerón se consideraba un dios y llegó en cierto momento
a exigir que se le adorara como tal, pero Nerón según cuenta la historia se
hizo matar por su secretario antes de ser hecho prisionero por lo cual esta
historia no concuerda con lo que nos dice el verso 2:8.
En el segundo caso tenemos una
interpretación forzada, porque el apóstol Pablo menciona que ya estaba en
acción el ministerio de la inequidad (2:7), es cierto que habían ya ciertos apostatas
en la iglesia en el tiempo de los apóstoles (Hechos 20:28-30, 1 Timoteo 1:3-7)
pero es algo muy distinto hablar del Papa de la Iglesia Católica la cual surgió
a inicios del siglo IV d.C. y mucho menos el papado que surge en el siglo VII
d. C. Además el propio apóstol Pablo les había
hablado del tema a los Tesalonicenses cuando estaba con ellos en
Tesalónica (2:5), por lo que es muy forzado pensar que él les hubiera hablado
acerca de la Iglesia Católica Romana y del Papa como el Anticristo.
El tercer caso a primera vista
parece ser el más lógico, la apostasía ya está en acción desde el primer siglo,
y estaba frenada por el ministerio apostólico, para decirlo de una mejor manera
por el Espíritu Santo obrando en la Iglesia, como mismo nos da a entender el apóstol
Pablo en el verso (2:6). Aun así considero que este punto de vista
necesita ser complementado porque evidentemente se está hablando de un
personaje masculino (ανθρωπος), como nos confirma una exégesis del
pasaje en griego, según el verso (2:3) y no meramente de una desviación
doctrinal dentro de la iglesia.
Cualquiera que sea el significado
de este pasaje podemos sacar aplicaciones claras para nosotros como iglesia del
Señor hoy día. Primeramente la apostasía de la iglesia era algo que iba a
suceder y nosotros los cristianos debemos estar
vigilantes para no ser engañados (2:10), en segundo lugar este “hombre
de pecado” iba a salir de nosotros (1
Juan 2:19) e iba a tener gran poder milagroso al punto de engañar a los
escogidos, debemos tener en cuenta que el maligno puede hacer señales aun en lo
que podemos considerar como el “templo de Dios” (2: 4). En tercer lugar podemos
tener la seguridad de que Dios está al control de todo, por muy poderoso y
muchas artimañas que use el enemigo siempre será derrotado por nuestro Señor
Jesucristo. Hoy día debemos tomar el consejo que le daba Pablo a los
tesalonicenses cuando les hablaba de este tema, de la segunda venida de Cristo:
1Ts 5:6
Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.
Autor: Yuliesky D. Cruz Cárdenas (Estudiante Instituto Baxter,
Tegucigalpa Honduras)
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